Vidrio filtrante vs arena tradicional: cuál elegir y por qué

Si tienes piscina, probablemente tu filtro funcione con arena. Durante años ha sido el estándar: económica, fácil de encontrar y eficaz. Pero en los últimos tiempos ha aparecido un competidor que cada vez gana más terreno: el vidrio filtrante. A simple vista parece lo mismo, un montón de granos que limpian el agua, pero el resultado cambia mucho. En zonas costeras como Cambrils, donde el agua es dura y la piscina se usa casi todo el año, la diferencia se nota en el bolsillo, en la claridad y hasta en el consumo de agua.

Cómo funciona realmente el filtrado

El principio es simple: el agua pasa a presión a través del medio filtrante, que atrapa las partículas en suspensión. Cuanto más irregular es la superficie de los granos, mejor retienen la suciedad. Con el tiempo, la arena se redondea y pierde esa textura, lo que reduce su eficacia.

El vidrio filtrante, en cambio, está formado por fragmentos pulidos con bordes microscópicos que no se desgastan. Cada partícula tiene una carga eléctrica negativa que repele bacterias y evita la formación de biofilm —esa capa invisible que acaba bloqueando los filtros con los años—. Por eso mantiene su capacidad de filtrado durante mucho más tiempo.

La arena: fiable, pero con límites

La arena de sílice ha sido durante décadas la opción más común. Filtra partículas de entre 20 y 30 micras, suficientes para mantener el agua limpia si el sistema está en buen estado. Es barata, fácil de sustituir y se adapta a casi todos los filtros domésticos.

Sin embargo, tiene inconvenientes. Se compacta con el tiempo, requiere lavados frecuentes y consume bastante agua en cada contralavado. Además, en zonas de agua dura tiende a acumular cal y suciedad orgánica, lo que reduce el caudal. Cada tres o cinco años necesita ser reemplazada por completo.

En piscinas pequeñas o de uso estacional puede seguir siendo una opción válida, siempre que se mantenga correctamente. Pero en instalaciones de uso intensivo o abiertas todo el año, su mantenimiento acaba siendo más costoso de lo que parece.

El vidrio filtrante: más limpio, más duradero

El vidrio filtrante es el resultado del reciclaje de vidrio tratado y triturado hasta obtener granos uniformes. Filtra partículas de hasta 5 micras, es decir, cuatro veces más fino que la arena. Esto se traduce en un agua mucho más clara y en menos necesidad de productos químicos.

Como no se compacta, el flujo de agua es más estable y el filtro se limpia con menos frecuencia. Los lavados requieren entre un 30 % y un 50 % menos de agua, una ventaja evidente en épocas de restricciones o cuando se paga por metro cúbico. Además, su vida útil es muy superior: puede durar hasta diez años sin perder rendimiento.

Otra ventaja importante es su capacidad antibacteriana. Al no generar biofilm, el vidrio reduce la proliferación de microorganismos y malos olores dentro del filtro, algo que se nota especialmente al abrirlo después de varios años de uso.

¿Y el precio?

El coste inicial del vidrio es más alto: puede triplicar el de la arena. Sin embargo, la inversión se amortiza rápidamente gracias a tres factores: menor consumo de productos químicos, menos lavados y mayor durabilidad. En la práctica, lo que se paga una sola vez se recupera en mantenimiento y agua ahorrada en los primeros dos o tres años.

Para una piscina doméstica promedio, la diferencia real a largo plazo suele ser positiva, sobre todo si se considera el ahorro en tiempo y esfuerzo.

Cuándo elegir cada uno

Si tu piscina se usa solo unos meses al año y tienes agua blanda, la arena sigue siendo una opción sencilla y económica. Pero si tu piscina está activa todo el año, recibe mucho sol o el agua tiene alto contenido en cal, el vidrio filtrante es claramente superior.

En viviendas de segunda residencia, donde no siempre se puede realizar un mantenimiento continuo, el vidrio también gana. Su estabilidad química y menor necesidad de limpieza lo hacen ideal para quienes quieren olvidarse del filtro durante semanas sin problemas.

En piscinas con sistemas automáticos de cloración salina, el vidrio se comporta mejor ante la salinidad y resiste la corrosión mucho más tiempo que la arena.

Consejos si decides hacer el cambio

Cambiar de arena a vidrio es sencillo. Solo hay que retirar el medio antiguo, limpiar bien el interior del filtro y llenar con la cantidad de vidrio recomendada por el fabricante. El vidrio pesa menos, así que normalmente se necesita un 15–20 % menos de volumen que de arena.

Después del primer llenado conviene hacer un lavado corto para eliminar las partículas más finas y evitar que pasen a la piscina. A partir de ahí, bastará con revisar la presión del filtro cada semana y hacer un contralavado cuando aumente unos 0,3 bar.

Si el agua es muy calcárea, se puede añadir una pequeña dosis de producto antical cada temporada para mantener el sistema limpio.

La diferencia se ve (y se siente)

Quien prueba el vidrio filtrante suele notar la diferencia desde el primer día. El agua tiene un brillo más transparente, los baños resultan más agradables y el mantenimiento se vuelve mucho más simple. Además, la sensación de saber que se usa menos agua y menos químicos añade un valor extra que se agradece cada vez que miras la piscina desde la terraza.

En resumen: la arena cumple, el vidrio mejora. No es solo una cuestión de tecnología, sino de sostenibilidad, eficiencia y comodidad. En un entorno como el mediterráneo, donde el agua es un recurso valioso y el sol no da descanso, apostar por el vidrio filtrante es una decisión que se nota cada temporada.