Tener una piscina en casa es un placer, pero también una responsabilidad. Un mantenimiento constante evita que el agua se vuelva turbia, que aparezcan algas y que los equipos sufran averías. Con unos pocos hábitos semanales y el uso adecuado de productos, la piscina puede mantenerse en perfecto estado todo el año.
La limpieza regular es la base de todo. Aunque el agua parezca limpia, siempre se acumulan restos invisibles. Por eso conviene retirar hojas y suciedad de la superficie con una red cada pocos días para impedir que se hundan y se descompongan. También es importante cepillar las paredes y el fondo al menos una vez por semana. Este gesto simple evita que se formen algas y manchas difíciles de eliminar.
El skimmer y el prefiltro de la bomba deben revisarse con frecuencia para mantener un caudal estable. Si se obstruyen, la circulación del agua se reduce y el sistema de filtrado deja de ser eficaz. Finalmente, aspirar el fondo o utilizar un robot limpiafondos garantiza que las partículas más pequeñas no vuelvan a circular. Unos quince minutos de atención semanal bastan para conservar el agua en excelentes condiciones.
El equilibrio químico del agua es tan importante como la limpieza. Un pH estable, un nivel adecuado de cloro y una buena alcalinidad son los tres pilares que aseguran un baño seguro y agradable. El pH ideal se sitúa entre 7,2 y 7,6; por debajo de este valor el agua se vuelve corrosiva y puede irritar la piel, mientras que un pH superior reduce la eficacia del cloro. Este, por su parte, debe mantenerse entre 1 y 2 partes por millón para garantizar la desinfección.
La alcalinidad total debería rondar entre 80 y 120 ppm, ya que actúa como amortiguador del pH. También es aconsejable controlar la dureza cálcica, que debe mantenerse entre 200 y 400 ppm para evitar incrustaciones o daños en el gresite. Hoy existen analizadores digitales y sensores inteligentes, como Blue Connect Go, que miden estos parámetros en tiempo real y envían avisos al móvil, facilitando así un control preciso y constante.
El sistema de filtración realiza la mayor parte del trabajo de limpieza. Si la filtración no funciona correctamente, el agua nunca permanecerá clara, por muchos productos químicos que se añadan. Durante los meses fríos se recomienda filtrar al menos seis horas al día y, en verano, entre diez y doce horas diarias.
El filtro debe lavarse una vez por semana o cada vez que la presión aumente unos 0,3 bar. Cuando sea necesario, sustituir la arena por vidrio filtrante mejora la retención de partículas finas y reduce el consumo de agua en los lavados. También conviene vigilar la bomba: si se oyen ruidos anormales o hay pérdida de presión, suele tratarse de aire en el circuito o de una obstrucción parcial. Una buena filtración equivale a un agua limpia y a un menor gasto en productos químicos.
El tratamiento del agua debe ser preventivo. Esperar a que el agua se enturbie o cambie de color implica un gasto mayor y más tiempo de recuperación. Lo ideal es mantener una desinfección continua mediante cloro de disolución lenta o multifunción. Una dosis semanal de algicida previene la aparición de algas, mientras que el floculante ayuda a clarificar el agua al agrupar las partículas que el filtro no puede retener. Si los valores se desajustan, el regulador de pH permite corregirlos de forma segura.
Es importante no mezclar los productos directamente dentro del vaso de la piscina. Lo más seguro es utilizar un dosificador flotante o un sistema automático conectado al retorno, lo que garantiza una distribución homogénea sin riesgos.
Cada temporada requiere cuidados específicos. Al inicio de la primavera se debe retirar la cubierta, limpiar la superficie, revisar el estado del filtro y de la bomba, y comprobar que las válvulas funcionan correctamente. Luego se ajustan los valores de pH y cloro antes de llenar completamente la piscina y se aspira el fondo para eliminar cualquier residuo.
En otoño, el proceso se invierte. Es momento de reducir el tiempo de filtrado, limpiar el circuito, añadir un producto invernador y bajar el nivel del agua por debajo de los skimmers. Cubrir la piscina durante el invierno evita que se acumulen hojas o polvo y facilita una apertura rápida y sin complicaciones en primavera.
Los problemas más comunes en una piscina suelen ser consecuencia de la falta de constancia. No medir con regularidad el pH y el cloro, usar productos de baja calidad, olvidar la limpieza de los filtros o ignorar pequeñas fugas son fallos habituales. Controlar estos aspectos de forma rutinaria evita reparaciones costosas y pérdida de tiempo.
Aunque muchos propietarios pueden realizar el mantenimiento básico, recurrir a un servicio especializado garantiza resultados más precisos. Los técnicos profesionales cuentan con equipos de medición avanzados, robots de limpieza de alto rendimiento y experiencia para detectar problemas antes de que se agraven. En zonas costeras y soleadas como Cambrils, donde la salinidad del aire y la radiación solar son elevadas, el mantenimiento profesional resulta especialmente útil para preservar el equilibrio del agua y prolongar la vida de los equipos.
Mantener una piscina en perfectas condiciones no requiere grandes esfuerzos, sino constancia y método. Un control semanal, una filtración adecuada y un tratamiento químico equilibrado son suficientes para disfrutar de un agua limpia y segura. Con una buena rutina y revisiones periódicas, la piscina permanecerá impecable durante todo el año y siempre lista para el baño.